Por: Esaú A. Ramos
Mi corazón late tan rápido y fuerte que puedo sentirlo en mi pecho, mis manos y mis mejillas se vuelven tan cálidas que por un momento mi cuerpo ha dejado de sentir el frio del ambiente, mis piernas comienzan a temblar un poco causándome un breve desequilibrio al dar cada paso y de mi piel brotan pequeñas gotas de sudor que se acumulan en mayor cantidad en mis manos empuñadas que se sostenían inútilmente del aire.
Me detengo a pensar por un segundo, estoy aterrado, de eso no cabe duda, pero debo ser valiente, por mí. -Ya me voy ma- grito y continúo mi camino ahora con firmeza, mi corazón aquieta su palpitar, pero su latido es seguro, es fuerte, mis pies avanzan a su compas, en cada paso pareciera que la tierra se estremecía por aquella hazaña que estaba a punto de acontecer, el sudor ceso y mis manos liberaron aquel aire y comenzaron a balancearse al compás de mis pasos mientras jugueteaban con el aire que las rosaba.
Me dirijo a la puerta con la intención de abrirla pero mi corazón de pronto se vuelve a acelerar, mis músculos se debilitan de pronto y todo se desmorona en cuanto sus palabras brotaron de pronto en mi cabeza, “Eres una aberración, lárgate de mi casa”, esas palabras que me destrozaban una y otra vez, mis rodillas se rindieron y cayeron fuertemente en el suelo, apoyo mis manos en mis muslos y mis ojos cristalinos se nublan y comienzan a derramar lagrimas que recorrían mi rostro y caen sobre el frio suelo. Esas palabras están latentes en mi cabeza y surgen a la par otras más que me hacen cuestionarme, ¿Acaso yo estoy mal? ¿Mi familia tiene razón?, todas estas palabras rebotan en mi cabeza causando una colisión de emociones, que derivaba en un yo totalmente derrotado.
Todo se fue a la mierda, todo por esas malditas palabras. Escucho mi celular sonar, probablemente es Ale y Nico, para preguntarme donde estoy, dudo un momento en contestar, pero decido no hacerlo, no lo haré, al final de cuentas todos tenían razón, era una aberración y un cobarde, siempre lo fui no podía ocultarlo ni siquiera con esos falsos aires de valentía que había sentido un momento antes, trato de ponerme de pie para volver a mi cuarto y acostarme en la cama y rodearme de toda mi mierda, pero entonces escucho su voz detrás de mí esa voz que aplaca mi mente, escucho sus pasos acercándose a mi y entonces sujeta mi brazo para ponerme en pie, me gira hacia ella, limpia las lagrimas de mi rostro me acerca a ella y me da el abrazo más cálido y amoroso que jamás había sentido.
-Te amo y te amaré siempre hijo- mis ojos lloran, pero ya no de tristeza, mi cuerpo responde y mi brazos rodean su cuerpo respondiendo aquel abrazo, entonces me separé de ella y llevaba aquella blusa blanca con un gran arcoíris al centro, una gran sonrisa surge en mi rostro, se agacha por el paliacate que había tirado un momento antes y lo ata a mi cuello. Entonces abre la puerta, toma mi mano y escucho brotar de sus labios su adorable voz -Ándale pues hijo vámonos que ya ha de estar saliendo la marcha-.

