Descripciones diarias.

Por: Jesús T. Aldaba

Diez treinta de la mañana. Afuera de mi casa cantan los pájaros mientras el sol calienta el aire. Dentro de mi casa canta la luz y, por más mágico que esto parezca, no se compara a lo que ocurre afuera así que salgo a la calle y comienzo a fumar. Un poco más de inapropiada autolesión pienso mientras enciendo el cigarro. Después de aproximadamente dos o tres caladas un hombre de entre treinta y cuarenta años que hablaba por teléfono se ganó mi atención con unas cuantas maldiciones, también inapropiadas, que dirigía a alguna persona del otro lado de la línea. Se encontraba molesto por que no había podido hacer una cita con un oftalmólogo que, quiero pensar, tendría algo en especial. Tal vez era muy bueno en lo que hacía o tal vez solo era el que su consultorio se encontraba no muy lejos de la casa del hombre pero en fin, él estaba enojado con la secretaria del médico tanto así, que el hombre se atrevió a decir “pinche vieja estúpida”, y yo, aunque muy mexicano y abierto disfrutador a soltar de vez en cuando una que otra maldición, quedé bastante sorprendido al escuchar al hombre pronunciar aquellas palabras y hasta algo de empatía sentí por aquel tipo. Fue el tono en el que lo dijo y su expresión facial lo que me hizo sobresaltarme y el lo notó. Al principio se mostró tan sorprendido como yo, pero después el me miró y con la mirada me juzgó. Fue como si me dijera con los ojos “y a ti que chingados te importa pinche chamaco chismoso”.

Después de ser juzgado y etiquetado de chismoso por el hombre enojado, aparté la mirada de él y me llevé el cigarro a la boca. Le di una buena fumada. Una de esas que se sienten como micro insectos en los pulmones o como si te fueras a morir a los cincuenta de algún mal de pecho o, sin tanto drama, de cáncer. Cáncer, hay días en los que de pronto un pensamiento se retroalimenta dentro de mi cabeza, Tadeo, eres un idiota y si fumas, eres un idiota que fuma y si no paras de hacerlo te convertirás en un idiota con cáncer y casi con toda seguridad, uno que aún sigue fumando. Lluvias de gravedad, me grita mi mente y yo no puedo evitar reírme un poco al ver a lo lejos al hombre enojado mentar madres con las manos. Saco entonces mi teléfono del bolsillo de mi pantalón y en las notas escribo lo que mi mente me dijo y luego, como si fuera una especie de cascada de frases sujetadas apenas por un delgado hilo de lógica y abstracción que se vacía en mi lucidez, escribo cinco frases, una tras otra hasta que recuerdo que tengo un cigarrillo en la mano y entonces, fumo de nuevo, y luego, nuevas palabras aparecen en mi mente y yo las hago aparecer en mis notas y fumo y escribo y pienso y entonces vuelvo. Vuelvo de nuevo al mundo y recuerdo lo bello que es sentir el aire de la mañana estampándoseme en la cara y el escuchar resonar el canto de los pájaros en la calle. Aún le quedan cuatro o cinco caladas a mi cigarro, pero decido apagarlo y dejarlo así, sin terminar, y yo me siento ya más despierto que antes. Regreso entonces a mi casa, abro la puerta, respiro hondo y entro a prepararme para irme a la escuela. Diez treinta y nueve de la mañana.

La Revista de Arena

"La arena como el tiempo es infinita y el tiempo como la arena borrará mis huellas y perderá mi rastro"