Asediada

Por: Esau Aldaba Ramos

Sarahí respiraba tan fuerte que parecía que sus pulmones estallarían por el constante roce con sus costillas. Se había resguardado detrás de aquella cortina de ropa que se encontraba colgada en el closet, llevaba ahí casi 5 minutos desde que escuchó aquel inconfundible sonido del auto que siempre la seguía.

Había llegado a la casa 2 horas antes, igual que siempre había respetado su horario y había llegado puntual después de hacer las compras en aquella tienda del centro de la ciudad. Al llegar a la casa dejo la bolsa de compras sobre la mesa, se lavó las manos, las seco y tomo de la bolsa un par de guantes de látex los cuales ajusto a sus pequeñas manos. Se puso en marcha y comenzó a realizar su cometido, abrió aquella bolsa de compras y se dispuso a sacar todas las cosas y ordenarlas sobre la mesa, una vez terminó de vaciarla la dobló y guardó en uno de los cajones. Abrió el cajón contiguo y tomo un cuchillo con un mango de plástico color negro y una hoja brillante de metal de unos 20 cm tan filosa que podría rebanar con facilidad uno de sus dedos.

Agarró entonces una de las bolsas que estaban reposando sobre el piso recargadas en la barra que dividía la cocina de la sala/comedor y la puso sobre la mesa, sacó la carne que había dentro de ella y le clavó justo en el centro la hoja de aquel gran cuchillo, un pequeño chorro de sangre saltó directo a ella manchando su blusa gris de un rojo intenso había olvidado por completo que la carne fresca soltaba bastante sangre, recordó en ese momento que había olvidado su delantal en la cajuela del auto así que se quitó sus guantes y salió de la casa. Se acerco a la cajuela de su auto, tomó la manija y la abrió. Tomó el mandil que estaba arrecholado en una esquina de la cajuela. Se puso en delantal y mientras caminaba a la casa iba amarrando los cordeles de los costados para ajustárselo al cuerpo.

Llegó a la cocina y tomo de nuevo el cuchillo con sus manos ya llenas de sangre, tuvo que aplicar algo de fuerza para que aquella hoja se abriera paso a través de aquella maraña de carne y huesos. Sentía como la hoja pausaba su deslizar por la dureza de los huesos, pero con un poco de fuerza continuaba su camino hasta que por fin el cuchillo lo atravesó por completo, sacó el cuchillo y comenzó a rebanarlo y cortarlo en pequeños trozos. Una vez que terminó vació todos los pedazos en una bolsa, la amarró y llevó hacia el congelador que se encontraba al lado de la puerta trasera de la casa. Regresó a la cocina y tomó la segunda bolsa color rosa, sacó la carne de su interior, a diferencia de la carne anterior no le clavó el cuchillo si no que empezó rebanando los extremos de aquella carne lo cual le resultó más cómodo y esta vez la sangre ya no saltó hacia ella, simplemente comenzó a escurrir sobre la mesa acumulándose en tal medida que terminó por ceder a la gravedad y chorrear por un lado de la mesa hacia el piso. Sarahí volteó y vio el pequeño charco de sangre que se había formado el costado de su pie. Detuvo el vaivén del cuchillo y pensó en limpiar aquel charco de sangre, le resultaba detestable la idea de lo tedioso que sería limpiar aquella sangre seca sobre el piso, pero finalmente decidió continuar con su tarea, después de todo tendría toda la tarde para preparar todo antes de la llegada de Tomás. Terminó de cortar aquella carne y la vació en otra bolsa y la llevó al refrigerador.

Regresó a la cocina ya un poco exhausta. Observó la última bolsa y sintió un poco de confort al notar que era más pequeña que las otras dos. La agarró y la puso sobre la mesa se disponía a clavar el cuchillo en aquella carne cuando escuchó a lo lejos aquel sonido inconfundible, aquel maldito sonido que este último mes la había estado atormentando. Se congeló por un momento hasta que aquel automóvil se detuvo delante de la casa y el sonido se hizo tan fuerte que la sacó de su trance. Era el, ese maldito sujeto que no la dejaba en paz, el sonido se detuvo y escucho el chirrido de la puerta del automóvil abriéndose. Soltó el cuchillo y corrió hacia las escaleras, subió la mitad de los escalones y se sentó sin soltarse del barandal. Observó hacia la puerta en silencio, podía escuchar los pasos de aquel sujeto acercándose a la puerta, rápidamente el silencio fue interrumpido por el acelerado latir de su corazón que aumentaba sus bombeos a medida que aquel sujeto se acercaba más y más a la puerta. De pronto Sarahi escuchó el chirriar de la perilla de la puerta girando y una haz de luz se abrió paso hacia la casa cuando aquel hombre abrió la puerta. Sarahí entonces se puso de pie como por instinto y subió tratando de hacer el menor ruido posible. Pensaba como el maldito la había encontrado, en toto el día no lo había visto, ni en el super ni en el camino a la casa. La ultima vez que lo vio fue un día antes, cuando el sujeto la estaba siguiendo en el parque mientras corría como cualquier otra persona, lo había distinguido a lo lejos cuando se detuvo para abrochar uno de sus cordones que se había desatado. Lo vio detrás de ella a unos veinte metros, cuando de pronto el sujeto comenzó a correr directo hacia ella, entonces ella abrochó rápidamente sus agujetas, se puso de pie y comenzó a correr a toda prisa por el sendero hasta la puerta de salida, donde se encontraba la parada de las rutas y afortunadamente una estaba por salir en ese momento, ella subió y la ruta avanzó, se sentó en el asiento al final de la ruta y solo observó por la ventana a aquel hombre que la miraba con rabia hasta que la distancia cortó aquel contacto por completo.

Caminó de puntillas sigilosamente hasta una de las habitaciones, abrió un poco la puerta y entró cerrándola detrás de ella. Se sentó sobre la cama y observo que aun tenia los guantes llenos de sangre, se los quitó los hizo bola y los guardó en la bolsa de su delantal. Se reclinó hacia el frente y apoyando sus codos sobre sus rodillas mientras sujetaba su frente con sus manos. Se preguntaba como aquel sujeto la había encontrado, no había dado indicios de su paradero ni tampoco había tenido contacto con ninguna persona durante todo el día, salvo con el cajero del supermercado, un sujeto de unos veinte años cuyos ojos transmitían tristeza y frustración.

Escuchó entonces las pisadas de aquel hombre subiendo la escalera a pasos constantes, fue entonces que su respiración se hizo cada vez más fuerte, parecía que aquel asma que tenía de niña de pronto había vuelto, la sensación sus pulmones siendo comprimidos por sus costillas se hacia cada vez más latente y parecía que con cada respiración la cantidad de aire que entraba era más y más pequeña, calló sobre sus rodillas y gateó hasta el closet donde entró sin pensarlo y se escondió detrás de aquella pequeña ropa colorida que colgaba de ganchos. Cuando Sarahí cerró la puerta del closet la puerta del cuarto se abrió. Sarahí supo entonces que estaba perdida, su respiración ya no daba para más, su visión se nubló por un momento y la presencia de aquel hombre la inquietaba cada vez más. Su cuerpo comenzaba a debilitarse su corazón latía ahora débilmente y sus respiraciones eran cada vez más pequeñas y distantes, se soltó por completo en aquel armario mientras sus esperanzas de escapar de aquel hombre salían de su cuerpo con el aire que soltaba en cada exhalación.

Una rayo de luz llegó directo a sus ojos cegándola por un instante en el momento en que el hombre abrió el closet. Aquel hombre la tomó con fuerza de uno de sus brazos y la jaló fuertemente tirándola al suelo. Sus codos golpearon con fuerza el piso emitiendo un sonido fuerte y seco que resonó por toda la casa. El hombre la levantó violentamente y trabó sus manos con una trampa de metal. Le ordenó saliera de la habitación y Sarahí atónita ante lo que acababa de pasar comenzó a caminar hacia las escaleras mientras aquel hombre sostenía su hombre y sus manos ya inmóviles. Ambos bajaron las escaleras, caminaron hacia la puerta principal mientras pisaban aquel gran charco de sangre que ya no podría limpiar, estaba segura que sería un fastidio limpiarlo y de hecho hasta sintió una gran calma al saber que no sería ella la que sufriría aquel martirio. Salieron de la casa en dirección al automóvil del hombre y Sarahí vio de reojo a la tercer bolsa de carne junto a una ambulancia siendo abrazada por su abuela.

La Revista de Arena

"La arena como el tiempo es infinita y el tiempo como la arena borrará mis huellas y perderá mi rastro"