Túneles

Por: Carlos A. Cortez.

Mucho se ha hablado sobre secciones ocultas en edificaciones antiguas, tal es el caso de la existencia de un túnel que comienza bajo el campanario de la iglesia de san Judas Tadeo y se dice, conduce a una edificación justo debajo del antiguo cementerio. Sin embargo, esto siempre se ha considerado un cuento para niños, pero hay algunas personas que creen que eso es real. Tal fue el caso de Roberto y Luis dos jóvenes de 16 años, ambos siempre habían creído en las historias que se contaban sobre la iglesia de su pequeño pueblo, incluso de pequeños habían tratado de buscar la supuesta entrada, pero el padre siempre los atrapaba por lo que solía sacarlos de las orejas del campanario. Los años pasaron y su duda y deseo cesaron, aunque no del todo. Cuando terminaron la secundaria fueron enviados a la ciudad más cercana para continuar con sus estudios, sin embargo, solo estuvieron juntos hasta el segundo semestre de preparatoria, por desgracia Roberto se vio obligado a abandonar sus estudios ya que, al morir su abuelo, quien lo mantenía a él, sus dos hermanas menores y su madre no le quedo de otra más que convertirse en el proveedor.

Todo comenzó mientras buscaba trabajo, tarea que le resulto un tanto difícil ya que debido a su corta edad y nula experiencia nadie lo aceptaba. Fue entonces cuando caminaba rumbo a su casa cuando su madre lo encontró y le dijo.

-Oye Beto -así lo llamaba ella y casi todos sus conocidos- escuché que el padre Juan está buscando a alguien que le ayude, ve rapidito.

le dijo su madre apresuradamente.

-¿En qué puedo ayudarle yo al padre?

Pregunto él.

-¿Qué no sabes que ya se murió Don Jacinto?

-¿El viejillo culero que estaba todos los días ahí?

Su madre le golpeo el hombro

-No seas grosero, no ves cómo es la gente de chismosa y tú gritando majaderías- dijo mientras le apuntaba con la mirada a un par de señoras que pasaban cerca de ellos.

Ve pero rapidito, a ver que te dice. Rápidamente se dirigió a la iglesia donde encontró al padre justo en la entrada despidiéndose de las señoras que salían del rosario de las 12, este lo recibió bastante amable como era costumbre.

-Buenas tardes Padre

Dijo Roberto mientras alzaba la mano.

El padre le respondió.

-Muy buenas hijo ¿Qué te trae por aquí?

-Me comento mi mamá que estaba buscando a alguien para que lo ayudara aquí en la iglesia.

-De hecho si, necesito un nuevo sacristán, ¿conoces a alguien que le interese o te interesa a ti?

-Es más para mi padre, vera ahora que mi abuelito partió, pues necesito algún trabajo para mantener la casa, mi mamá ya empezó lavando garras ajenas y mis hermanitas le ayudan pero ellas aun están chiquitas y ella quiere que sigan con la escuela.

El padre soltó un suspiro y enseguida dijo.

-Ah, Don Ramiro que Dios lo tenga en su santa gloria. Muy buena gente y buen devoto, todos los domingos sin falta estaba aquí en misa, si gustas te puedes quedar con el trabajo, la paga no es mucha la verdad pero si te portas bien puedo conseguirte trabajillos con otras personas ¿Qué te parece?

-Perfecto padre, usted nomas dígame que haga y yo me encargo.

.Entonces mañana te espero aquí a las 6 de la mañana.

-Muchas gracias padre. Aquí lo veo.

-No, gracias a ti hijo ve con Dios.

Rápidamente regreso a casa y le dijo a su mamá todo lo que padre le había dicho. Pasada la comida salió rumbo a casa de Luis, pero no estaba había salido con su papá al pueblo vecino a llevarle unas cosas a su hermana mayor y no volvería hasta ya muy tarde. Decepcionado volvió a casa donde ayudo a su madre en todas las tareas pendientes. Cuando llegó la noche, antes de dormir le pidió a su mamá que lo despertara a las 5 de la mañana, pues ella solía levantarse a esa hora.

La mañana llegó y su madre lo levantó tal como se lo había pedido. Le preparo unos huevos estrellados y unos frijoles para que no se fuera en ayunas, una vez se dio la hora se despidió de ella y partió rumbo a la iglesia. Cuando llegó encontró al padre en la puerta.

-Buenos días hijo.

Dijo alegre el padre cuando lo vio llegar.

-La verdad no pensé que fueras a venir.

-Como cree que le iba a quedar mal padrecito.

Respondió Roberto.

-¿Listo para empezar?

-Claro usted nomas diga por donde.

-Esa es la actitud, mira vente vamos adentro. Lo primero que vas a hacer es barrer.

Dijo el sacerdote mientras a la vez que le señaló una escoba que se encontraba debajo de las escaleras del campanario.

-Después, mientras yo preparo unas cosas tú vas a subir al campanario y vas a dar la primera llamada, cuando acabes vienes y limpias los santos y el cristo, después ya solo darás la segunda y tercer llamada, ¿si te acuerdas o quieres que te lo repita?

-No se apure si me acuerdo

-Muy bien. Empieza entonces.

Roberto tomó la escoba y un recogedor, saco tierra de todas partes hasta de las más estrechas, dejando lo más limpio que pudo, una vez que termino camino a la puerta de la parte derecha, aquella donde salía a un pequeño patio y de ahí al girar a la derecha estaba la entrada al campanario, entro en este y mientras se dirigía a la escalera escucho un crujido bajo sus pies, se detuvo, se inclinó y dio unos golpes al piso de madera, escucho el eco debajo y fue entonces que recordó esos viejos cuentos que tanto lo habían intrigado, rápidamente busco el modo de quitar alguna tabla del piso, después de probar en varios puntos al fin lo logro, efectivamente estaba hueco y con la poca luz que entraba por las ventanas de lo alto se percató de unas escaleras que descendían en espiral, pensó en bajar pero ese deseo se extinguió rápidamente, volvió a tapar el hueco y subió a realizar su trabajo, pero ese pensamiento no lo dejo tranquilo, después de bajar y limpiar a las figuras, volvió a subir para dar la segunda llamada pero no descendió otra vez sino que se quedó arriba hasta la tercera.

-¿Qué habrá allí abajo?

Se pregunto.

-¿Y si me meto? No.

Se respondió rápidamente.

-Nomás me lleva a agarrar el padre y ahora si me saca a patadas de aquí mejor me quedo con la duda.

Por ultimo dio la tercera llamada, cuando termino bajo en busca del padre, cuando lo encontró estaba en el altar y ya no estaba solo los monaguillos ya habían llegado al igual que unos cuantos señores.

-¿Listo?

Pregunto el padre.

-Si, ya acabe.

Respondió Roberto.

-Muy bien. Mira ocupo que me ayudes con la limosna y podrás irte.

-¿Seguro? ¿No quiere que de las llamadas de las 10?

-No. Fíjate que hoy no habrá misa a las diez tengo que salir a dar la misa de un difunto y la quieren en una capilla en un ranchito cercano.

-Esta bueno, ahorita lo ayudo con eso.

Cuando finalmente salió, Roberto caminó rumbo a casa. Sacó de su mochila su viejo discman, su papá se lo había mandado del norte, fue la envidia de los otros niños, claro que fue lo último que mando su padre pues no volvieron a saber de él. Se colocó los audífonos y camino tranquilamente, no escucho más que una canción cuando una fuerte palmada lo hizo salir de sus pensamientos, giro la mirada desconcertado, era Luis que traía un par de cigarros en la mano izquierda y la derecha alzada en espera de un saludo.

-Mira nada más a quien encontré. El nuevo monaguillo.

Dijo Luis en tono burlesco. Roberto se retiró los audífonos y estrecho la mano de Luis.

-¿Qué has dicho ojete?, no te entendí.

-Nada. Solo me emocioné al encontrar al nuevo manjar del padre.

-¿Envidia?

Pregunto Roberto mientras soltaba una risita.

-Ah chinga tu madre.

-Ya quisieras, pero ni moscas cachas.

Dijo Roberto mientras soltaba una risa burlona.

-Síguele y vas a ver culero.

Gruño Luis.

-¿Yo que? si tú empezaste.

-Bueno así lo dejamos. Pero cuéntame ¿Qué tal es estar de sacristán?

-Pues para ser mi primer día estuvo bastante tranquilo, lo más pesado era subir al campanario.

-¿Cuántas veces tuviste que subir?

Pregunto Luis mientras colocaba uno de los cigarros en su boca y ofrecía el otro a Roberto.

-Dos veces pero en la última me quede allá arriba hasta dar la última llamada.

Se detuvo de inmediato y la expresión de su rostro cambio.

-Espera no prendas eso aquí mejor vamos a mi casa así te puedo contar algo.

Dijo emocionado

-¿Qué cosa?

-Llegando ahí te platico.

Dijo mientras apresuraba el paso. Luis abrió la boca pero no respondió y solo lo siguió. Una vez llegaron a casa de Roberto, este llevó a Luis al corral con el pretexto de darle de comer a los becerros.

-¿Y que ibas a decirme?

Pregunto Luis mientras volvía a sacar su cigarro mirando siempre a todos lados. Roberto también miro en todas direcciones asegurándose de que nadie estuviera cerca.

-¿Recuerdas ese cuento de que había un túnel debajo de la iglesia?

-Sí. ¿Por qué?

-Porque si existe, lo vi esta mañana.

-¿Estas completamente seguro?

Pregunto bastante emocionado.

-Sí. si lo vi, si está bajo el campanario.

-¿Y cómo era?

-No sé, la verdad no entre.

-¿Pero por qué no entraste? ¿A caso te da miedo hacerlo?

-Claro que no. De los dos soy el más valiente, no lo olvides.

-Tienes de valiente lo que yo de menso o básicamente nada.

-Roberto le lanzo una mirada llena de coraje.

-No te enojes era broma.

-El que se hace se aguanta.

Lo amenazo Roberto

-Ya dime porque no entraste.

-No podía, tenía que dar las campanadas y que tal que el padre me descubría. El pedote que se me iba a armar, pero no lo dudes quiero saber que hay ahí adentro.

Luis no respondió, solo miro al suelo y guardo silencio un momento.

-Se me ocurre algo, tienes las llaves de la iglesia ¿no?

-Aun no pero en estos días el padre me las va a entregar, ¿por que preguntas?

-Porque podemos ir en la noche y averiguar que hay ahí abajo, lo malo es que hoy vuelvo al pueblo pero regreso aquí al rancho el próximo viernes, si para ese entonces ya tienes las llaves entramos.

-No lo sé. Puedo perder mi trabajo.

-Ándale no seas culo.

– ¡Ah! Está bien pero rápido entramos y salimos

-Entonces ya quedamos el viernes que viene, no te vayas a rajar.

-No, claro que no pero entramos y salimos rápido.

-Si si como digas, deja voy mi papá dijo que él me llevaba al camión.

Ambos se levantaron, chocaron las palmas y Luis partió rumbo a su casa, por otro lado Roberto se quedó pensado si no había sido un error haberle dicho todo a Luis.

Los días pasaban uno tras otro y Roberto estaba cada vez más nervioso, pensó en ir al pueblo más cercano para usar un teléfono público y llamar a Luis para cancelar todo, incluso ya había buscado en el directorio el número de la casa de su hermano mayor pues este vivía con él, pero no pudo. Sus tareas no cambiaban mucho, para suerte de este el padre le consiguió otro trabajo, ayudarle a una señora a sacar sus cosas pues iba mudarse. Esto le ayudo a distraerse, la labor duro dos días, para cuando se dio cuenta ya era viernes y Luis llegaría por la tarde, no le quedo de otra más que esperarlo. Una vez que supo que Luis llego fue a buscarlo a su casa, este al verlo se emocionó y rápidamente le dijo.

-¿Listo? No crees que es muy temprano.

No, vengo a otra cosa.

Respondió bastante serio. Luis frunció el ceño y miro atentamente a su amigo.

-¿Entonces a q vienes?

-Pues veras la verdad vengo a decirte que no voy a hacerlo, puedo tener pedos.

-No chingues. Ya habíamos quedado, dijiste que no te ibas a rajar.

Respondió Luis muy molesto.

-Perdón pero puedo perder el trabajo y si lo necesito. Además no sabemos que pueda haber ahí, por algo está tapado.

-Ese es el chiste. Saber que hay ahí, no puedes salir con que ya no quieres.

-Te digo que puedo perder el jale y parece que no te importa.

-No te corren, como estás de pendejo ya lo hubieran hecho.

-Estas más pendejo tú, entiende que no se puede.

-No te enojes.

Luis suavizó el tono de su voz.

-Yo sé bien que ocupas ese trabajo pero sabes muy bien que ambos hemos querido encontrar ese túnel desde que estábamos más morrillos. Mira vamos entramos vemos que hay, traje eso.

Señalo una cámara sobre una silla.

-Me la presto mi cuñada. Tiene como medio rollo, podemos tomar unas fotos y salimos. Ya después  revelo las fotos y se las podemos mostrar a los demás para que vean que si existe o bueno si no quieres las guardamos y no decimos nada.

Roberto soltó un suspiro y dijo.

-Está bien pero con la condición de que mañana vayas a ayudarme con el trabajo y nada de andar enseñando las fotos. Te veo a eso de las 1:30 en mi casa.

-Ándale pues, ya quedamos, oye ¿ya comiste?, pásale vamos a comer.

-No, pero no tengo mucha hambre.

-¿Seguro?

-Sí seguro, ya me voy te veo en la noche.

-Ahí nos vemos.

Cuando ya era madrugada Roberto se levantó, observo como dormían su madre y hermanas y salió lo más sigiloso que pudo. Al salir noto una silueta que caminaba tambaleándose por la calle, por un momento creyó que era Luis, al estar más cerca  vio que no era este sino Ángel un joven apenas un par de años mayor que él, traía una caguama en la mano, parecía venir del billar de doña Lupe, este sabía que en fines de semana estaba abierto toda la noche.

-Betito ¿Estas pisteando?

Pregunto el joven al verlo.

-No como crees, solo que no podía dormir y salí por aire.

Respondió Roberto.

-Más te vale porque si no le voy a decir a tu mamá.

Dijo amenazante mientras se tambaleaba.

-Enserio, no estoy tomando.

-Bueno pues. Deja voy, que mañana hay que levantarse temprano.

Dijo mientras se volvía a poner en camino.

-Si adiós, con cuidado.

Respondió Roberto mientras lo veía alejarse tambaleándose.

¡Sht! Escucho detrás de él, se giró y vio a Luis acercarse. Traía una chamarra de mezclilla que se veía bastante abultada. Cuando Luis estuvo lo bastante cerca le preguntó.

-¿Listo?

-Sí. Listo ¿Que traes ahí?

Pregunto Roberto.

-Unas cosillas para al rato, vamos pues.

Ambos amigos se encaminaron a la iglesia. La calle estaba iluminada por las lámparas al igual que por la luz de la luna, pero muy solitaria, nadie aparte de ellos caminaba por ella. La mayor parte del pueblo estaba en silencio, pero a lo lejos se escuchaban los ecos de música, posiblemente provenía del billar y sus pasos no eran la excepción, sin importar que tan suave pisaran, las piedras crujían bajo sus pies, durante el día ruidos insignificantes, pero de noche representaban gran parte del eco. A cada paso Roberto miraba toda casa en sus flancos, con la esperanza de que nadie los viera pasar, Luis por su parte solo miraba al frente, ajeno a las preocupaciones de su amigo. No paso mucho cuando fue visible el antiguo campanario, alzándose sobre todas las otras construcciones aledañas. La luz de la luna lo resaltaba de una forma que no había visto antes, la edificación se veía amenazante como un coloso quieto esperándolos para atraparlos,  entonces una ráfaga de viento provoco un escalofrió en Roberto, que rápidamente metió sus manos en sus bolsillos y apretaba los brazos contra sus costados. Cuando al fin llegaron a la puerta Roberto buscó entre los objetos en su bolsillo trasero, tomó el metal tibio del llavero y sacó las llaves, las llevó muy cerca de su rostro y las  revisó cuidadosamente una por una hasta encontrar una llavecilla de color bronce, la apartó de las demás y la introdujo en la cerradura, dio un giro a la llave a su vez que jalaba levemente la puerta hacia él, la vieja madera rechinó por un segundo, frente a ellos el interior del templo, las bancas se dividían en dos únicas filas, Luis se adelantó al entrar, una vez dentro sacó una lámpara de su chamarra, la encendió y apuntó al altar.

– Apaga eso.

Susurro Roberto.

-Voy. Espera, ahorita la tapo con la mano para que no alumbre tanto.

-No apágala nos pueden ver

-A estas horas dime quien nos vería ¿Los borrachos? No inventes.

Roberto se aseguró de cerrar bien la puerta y camino entre las bancas. Los ecos de sus pasos resonaban con mayor intensidad ahí que en el exterior. Cuando ambos estuvieron frente a la puerta de lámina que contrastaba con el resto que eran de madera, Roberto tuvo que buscar la llave correcta una vez mas, volvió a revisar cada una hasta encontrar la llave para la puerta que iba al patio y para no perder más el tiempo también busco la llave que abría la puerta del campanario. De nueva cuenta Luis salió primero, giro rápidamente a la derecha y se dirigió a la torre que aguardaba como un gigante dormido.

-Rápido tortuga.

Apresuró a su compañero.

-Ya voy, ya voy.

Contesto Roberto, que caminaba tras él. 

Roberto se paró frente a la puerta e introdujo la llave en la vieja cerradura. Luego de batallar un poco para girarla finalmente cedió y  la puerta se abrió, en cuanto entraron Roberto indicó a Luis donde estaba la entrada, mientras el cerraba la puerta tras de ellos. Luis se inclinó para poner la lámpara en el suelo y después se arrodilló para quitar una gran tabla de madera.

-Ayúdame a quitar esto.

-Ay voy deja solo cierro bien. Además no está pesada, solo que tiene algo con lo que se atora.

-Así ya vi.

Al poner la tabla a un lado tomó nuevamente la lámpara y la apunto al agujero. El hueco era bastante estrecho, apenas y cabria una persona, observo más atentamente y vio las escaleras que le había dicho Roberto.

-¿Ya viste?

Pregunto Roberto y dijo.

-Te dije que ahí estaba.

-Si ya vi. Voy primero.

Le respondió Luis sin despegar la mirada de aquel abismo.

-Como quieras.

Le respondió Roberto mientras echaba un vistazo a la puerta que acababa de cerrar.

Luis ahora con la lámpara en la mano intento de entrar pero se atoró y haciendo un pequeño esfuerzo volvió a subir.

-Ten cuídame esto.

Sacó la cámara de la chamarra y después sacó la correa de su cuello. Roberto la tomó y Luis volvió a intentarlo. Esta vez logró entrar, en cuanto su peso cayó sobre los escalones de madera escuchó un leve crujido que lo asusto un poco, al grado de llevar sus manos a los bordes del hoyo por el que había entrado. Al darse cuenta que la madera resistió su peso sin problemas, regresó a su lugar, miró delante y notó que debía agacharse para poder descender y darle espacio a su amigo para que entrara. A diferencia de Luis, su amigo no tuvo problemas para entrar por aquel hueco. En cuanto ambos estuvieron dentro Roberto le devolvió la cámara a Luis, que volvió a colgársela en cuello y comenzaron el descenso iluminando los escalones con la luz de la lámpara.  La escalera giraba y giraba, además cada paso era acompañado por un crujido. Esto llego a volverse tan molesto que llego a marearlos, sin embargo, la escalera no era tan larga como parecía, apenas habían bajado lo equivalente al campanario, no paso mucho tiempo para que  llegaran al fondo. Una vez miraron el final de los escalones, Luis alzo la lámpara, entonces lo vieron, un gran portón de madera les interrumpía el paso. Al verlo detenidamente notaron que era muy viejo, tanto que pensaron que al tocarlo se haría trizas, Luis se giró hacia atrás y le dijo a Roberto mientras le ofrecía la linterna.

-Ten, cuídamela.

Roberto la tomó sin dejar de iluminar el portón. Luis desabrocho nuevamente su chamarra, y busco el interruptor de la cámara, en cuanto la encendió la alzó hasta su rostro, miró por el visor  y  presionó el botón. El flash iluminó el reducido espacio donde se encontraban, esto les provoco un ligero escalofrió ya que el rápido aumento y descenso de la luz los encandilo lo suficiente para notar como la oscuridad caía de vuelta como una pesada cortina sobre ellos, sin embargo ninguno retrocedió, pues su curiosidad era aún  mayor que el miedo que en ese momento sentían. Unos segundos luego de recuperarse del encandilamiento Luis se acercó al portón para intentar abrirlo, su primer intento fue infructuoso ya que era realmente pesado.

-Ayúdame.

Solicitó Luis a su amigo. Roberto que solo lo había observado, se acercó sin responderle, se colocó junto a él, sin soltar la lámpara recargo sus manos en la madera, ambos hicieron su mayor esfuerzo para mover aquel obstáculo. La madera se arrastraba en el piso pero iba cediendo poco a poco. En el último tramo, el suelo dejo de frenar el movimiento del portón y ambos cayeron, victimas de su propia fuerza. Luis y Roberto soltaron unos quejidos, conforme hacían el esfuerzo por levantarse, una vez estuvieron de pie, se sacudieron el polvo y la tierra de la ropa y apuntaron la linterna para poder ver lo que tenían enfrente. Se encontraron con un arco de piedra similar al de la iglesia que precedía lo que parecía ser un túnel, al enfocarlo bien, notaron que las paredes de aquel gran conducto también eran de piedra, todo menos el piso, este era de tierra, una tierra arenosa y muy fina, como aquella que en ocasiones dejan las aguas tras un día de lluvia. Se esforzaron para ver si distinguían el final,  pero el túnel se extendía más allá de lo que la lámpara podía iluminar.

Roberto trago saliva, se giró para mirar a su amigo y soltó sin titubear.

-Vamos.

Luis solo asintió y comenzó a caminar tras él. Mientras caminaban Luis no paraba de tomar fotografías, tomaba mínimo una por cada cosa que le llamaba la atención, de vez en cuando llegaba a tropezar por distraerse pero no volvió a caer en ninguna ocasión, ajeno al hecho de que no parecía que avanzaran mucho realmente. Por otro lado Roberto si se percataba de eso, ya había notado que sin importar cuanto caminasen el túnel no parecía tener final. Sintió como los minutos avanzaban a un paso exagerado y el cansancio comenzó a apoderarse de él. El sudor se escurría por sus mejillas, sin embargo comenzó a notar algo extraño, mientras más avanzaban más frio hacía, en cada exhalación se hacía notar una pequeña nubecilla de vapor, que le hacía ver borroso el camino, poco a poco fue ralentizando su paso, metió la mano libre una vez más a sus bolsillos y se encorvo un poco debido al frio. Pensó en detenerse, pero sus pies estaban tan entumidos que creyó que el detenerse lo congelaría por completo.

-¿Qué esto no se acaba nunca o qué?

Preguntó Luis mientras se limpiaba el sudor de la cara.

– ¿Y yo que voy a saber? Tal vez sea mejor regresar, ya vimos suficiente y ya tienes tus fotos.

Respondió Roberto mientras seguía temblando.

-No me gusta darte la razón pero si llevamos mucho aquí abajo, ¿Qué hora será?

Luis se alzó la manga para descubrir el reloj que llevaba en la muñeca y le dijo a Roberto.

-Me le aluzas

Roberto apuntó la lampara hacia su amigo y noto que Luis se sobresalto un poco cuando vio la hora.

-Son las 2:01

-Pero si llevamos por lo menos una hora y media caminando.

Señalo Roberto confundido.

-Ya sé, esto está muy raro.

-Ya vámonos

-Vamos pues.

Se giraron y se dispusieron a volver, fue entonces que una corriente de aire les llego por la espalda, este era más cálido como si viniese de alguna fuente de calor.

-¿Lo sentiste?

Pregunto Luis mientras volvía la mirada al tramo desconocido del túnel.

-Si, estaba bastante  tibio, ¿No crees?

-Se sintió bien, vamos a ver.

-No, ya vámonos.

Replico Roberto.

-Ándale vamos a ver, no seas culo.

-Ya te dije que no, ya vámonos.

-Entonces regrésate tú. Yo si voy a ver que hay allá.

-Has lo que quieras.

-A ver cómo te regresas, digo porque no tienes ojos de gato para ver en lo oscuro, ¿o si los tienes?

-No.

Respondió Roberto agachando la cabeza y tragándose su coraje.

-Vamos pues.

Para su desgracia tuvo que seguir a regañadientes a Luis. Su miedo a pesar de su coraje no disminuyo básicamente nada, por fortuna no caminaron más que un par de pasos, entonces otro portón les cerró el paso, pero a diferencia del anterior este no se veía tan viejo, incluso tenia pinta de ser reciente. Al igual que con el otro Luis fue el primero en intentar abrirlo. Al empujarlo notaron otra diferencia más, este era más ligero. Posiblemente la batería se había agotado, pero ya no era necesaria pues se encontraron dentro de una gran cámara circular iluminada por lo que parecía la luz de la luna que entraba por unos enormes traga luz que formaban un circulo, estaba hecha de lo que parecería ser mármol, blanca como las nubes o incluso más. Avanzaron unos pasos y se giraron en todas direcciones, a lo largo de toda la circunferencia se encontraban cientos o tal vez miles de portones como por el cual había entrado, acompañados de pilares a sus costados, estos tenían gravadas figuras de hombres, barcos e incluso animales, la sala era tan grande que jurarían que cabría su pueblo completamente, tal vez hasta la ciudad, sin embargo, de una forma u otra la precepción de esta parecía cambiar. No parecía que necesitaran caminar kilómetros para llegar de un extremo al otro sino solo un par de metros. Pese a esto ahí podía sentirse una gran sensación de tranquilidad por lo que su miedo se desvaneció momentáneamente.  Siguieron mirando a su alrededor, se percataron entonces de que justo en el centro se encontraba lo que parecía una gran jaula concéntrica, custodiada por un circulo de pilares similares a los anteriores, pero a diferencia de toda la cámara esta parecía no ser alcanzada por la luz y les genero un enorme miedo el solo verla. La respiración de Roberto se aceleraba con forme observaba más detenidamente a esta, para tranquilizarse un poco enfocó su mirada a los otros portones, noto entonces que todos tenían algo escrito, se acercó para ver mejor dejando solo a Luis que seguía contemplándola, este por otro lado no parecía estar sintiendo lo mismo que su amigo o tal vez si pues de un momento a otro desvió la mirada a todas las direcciones en que no estuviera aquella jaula.

-¿Ya viste? Los portones tienen escrito nombres de otras parroquias, mira como esta.

Señalo Roberto el portón a la izquierda respecto del cual habían llegado.

-Dice virgen de Fátima ¿Qué esa iglesia no está en la capital?

 Mientras tanto Luis retomaba el hacerse de fotografías de todo lo que pudiera enfocar bien

-Creo que si.

Respondió mientras volvía para revisar lo que su amigo le señalaba.

-Oye ve esa dice sagrado corazón ¿Qué esa no está en el pueblo vecino?

De hecho no, es una capilla, el domingo pasado el padre Juan tuvo que ir a dar una misa allá.

-¿Estás seguro?

-Si, seguro.

De pronto de la jaula salió otra brisa de aire caliente, ambos giraron en esa dirección.

-¿Qué fue eso?

Pregunto Roberto mientras retrocedía un paso.

-Fue como un ronquido.

Respondió titubeando Luis.

Entonces una mano se postro sobre sus hombros. A Luis en el izquierdo y a Roberto en el derecho.

Estas en lo correcto hijo mío.

Hablo una voz en tono amable.

Roberto sintió como el escalofrió subía por su espalda, reconoció la voz de inmediato, era el padre Juan, durante los segundos de silencio pudo escuchar a su acelerado corazón latir, entonces la voz del padre siguió hablando

-Es como lo has dicho, se trata de un ronquido, eso está durmiendo, y será mejor no despertarlo todavía.

Luis reunió valor suficiente  para hablar.

-¿Qué es eso?

Pregunto al tiempo que dejaba de temblar. El padre lo miro fijamente y entrecerró los ojos, como cuestionándose si debía decírselo o no, soltó un suspiro y movió sus manos a los hombros contrarios de los chicos, como abrazándolos.

-Veras ¿Has escuchado sobre el diluvio?

Preguntó el padre en un tono muy tranquilo.

-Si es la historia del arca de Noé

Respondió Luis.  

-Si justo esa. -Siguió el padre- bueno cuando dios nuestro señor nos creo fue con la intensión de que lo adoráramos, eso de algún modo lo vuelve más fuerte y así puede someter a fuerzas malignas, fuerzas que los humanos ni siquiera comprendíamos ni comprenderemos jamás, el problemas es que conforme pasaron los siglos, los hombres antiguos  se comenzaron a negar a adorarlo y empezaron a adorar a otros seres similares a él, esto lo enfureció, entonces  se propuso  retomar su control sobre los hombres, pero estos le mostraron que no eran fáciles de someter, entonces tomo a sus fieles.

-Ósea la familia de Noé

Señalo Luis. El padre asintió y continuó.

Entonces les ordeno construir un arca, claro está que la llenaría con los animales que se nos dice en el antiguo testamento y no solo con él y su familia, lo que no nos dice es lo que realmente paso, Dios en su ira envió a la tierra a su más antiguo hijo. Esta criatura llego tan sutil como una llovizna y masacro a todos los hombres, mujeres y niños infieles, y fue entonces que el arca navego pero no sobre agua sino sobre la sangre de los asesinados, cuando finalmente la tarea concluyo, Dios envió a su hijo aquí a esta sala, donde lo encerraría una vez más. Entonces dijo a la descendencia de Noé que repoblaran el mundo, pues ahora solo seria de ellos, pero no los dejo ir sin una advertencia, sufrirían el mismo destino que todos sus hermanos si osaban desobedecerlo, y les ordeno construir un templo dedicado a él ahí donde fueran, cada uno al ser  concluido crearía un conducto al lugar de reposo de su hijo.

-Por eso todos esos portones.

interrumpió Luis. Así es, cada uno lleva a un túnel que conduce a cada lugar que sea construido y encomendado a Dios.

-Entonces si yo hago una capilla o un simple altar se creara una entrada aquí. Pero ¿para qué?

Pregunto nuevamente Luis que parecía haber dejado el miedo y la impresión de lado.

-Justo para allá voy. Cuando nosotros celebramos misa, un rosario, toda nuestra adoración se convierte en comida para él y es a través de él que  llega a Dios, también cuando morimos ¿Qué nos hacen y que dicen que nos pasa?

Le preguntó el padre.

Nos hacen misa y dicen que nos vamos al cielo si somos buenos o al infierno si somos malos.

Respondió Luis.

Exacto, solo que no es así como realmente funciona, cuando mueres y eres llevado a la iglesia a tu misa de cuerpo presente, ahí es donde eres juzgado, tu alma entra por donde ustedes entraron.

-Ósea el túnel.

Lo volvió a interrumpir Luis.

-Si, por ahí, entonces llega y aquí se decide si fuiste un buen hijo o no, si lo eres tu espíritu asciende por ahí.

Señalo uno de los traga luces.

-¿Por el traga luz? ¿Qué no es la luz de la luna?

Pregunto Luis incrédulo.

-No, hijo. Es la luz del paraíso.

Respondió el padre solemne.

¡Oh! ¿Enserio?

Contemplo el traga luz con más entusiasmo.

-¿Y cuando eres malo?

Pregunto Roberto, rompiendo el silencio en el que estaba. El padre lo observo con curiosidad, parecía que se había olvidado de él, este no respondió y solo los hizo caminar hacia la jaula, pasaron los pilares y notaron que en ella había una pequeña puerta de la que no se habían percatado. Sacó sobre su cabeza una cadena que traía en el cuello, en ella había una llave extraña, esta tenía una forma que jamás habían visto. De igual forma la coloco en una extraña cerradura y con el hecho de solo hacer eso esta se abrió. No aparto la llave de la puerta como ellos habrían esperado sino que se quedó pegada en la cerradura, este se apresuró a entra no sin antes señalarles que entraran tras él, dudosos de aquella decisión, avanzaron lentamente bajo el arco de la puerta. En cuanto entraron observaron al padre a unos centímetros de la puerta, este contemplaba algo sobres su cabeza.

-Esto es lo que pasa cuando eres malo.

Señalo en cuanto los miro dentro de la jaula. Sobre ellos se encontraba una criatura enorme, tan grande que la jaula no sería más que una casa de muñecas junto a eso. Era tan colosal que era imposible que entrara en esa jaula. Aquella bestia horrible le sería imposible de describir a un ser humano, con lo más que pudo relacionarlo Roberto fue con algo salido de cientos de pesadillas, acumuladas en un solo ser.

-Cuando eres malo te conviertes en su alimento.

Siguió el padre mientras retrocedía, no sin antes levantar a Roberto con una mano y tapar su boca con la otra. Este estaba tan pasmado del susto que no se defendió, Luis por su parte levanto rápidamente su cámara para fotografiarlo, sin percatarse de lo que pasaría, cuando el flash ilumino a la criatura esta despertó y con una de sus enormes extremidades, tomo al chico que no tuvo tiempo de correr. Este  gritaba y lloraba suplicando por ayuda, mientras lo elevaba hacia sus fauces. Los gritos del chico desvanecieron tras el crujido de sus huesos y el reventar de sus órganos, mientras la criatura lo masticaba en aquella boca infernal de la que desprendían olores fétidos, y secretaba una sustancia viscosa. Esta cayó sobre su camisa y pantalón. Por otro lado el padre soltaba a Roberto ya fuera de la jaula para poder cerrar la puerta, una vez el cerro volvió a colgarse la cadena con la llave al cuello.

-Vamos. Ellos no deben verte-

Dijo apresurado mientras arrastraba a Roberto al portón. Una vez abrió, el túnel se tornó tan corto que podía vislumbrar las escaleras adelante. En cuanto sus piernas respondieron intento correr pero un fuerte golpe en la cabeza lo derribó, cayó de bruces y perdió el conocimiento. Durante pequeños periodos volvía a recobrar un poco la conciencia, en uno de esos lapsos pudo ver bajo el portón a tantos sacerdotes que no pudo ni contarlos. Todos vestidos con sus sotanas. Estos se encontraban hincados en círculo rezando en una extraña lengua, todo frente a la gran jaula, después de eso todo se tornó oscuro, para cuando finalmente recobro el conocimiento su madre lo sacudía para despertarlo.

-Levántate Beto, ya son las seis, tienes que ir a trabajar.

Este se sobre salto, pero se tranquilizó al ver que se encontraba en su casa, creyó que todo había sido más que un sueño. Entonces su tranquilidad se esfumo al notar que su ropa estaba cubierta por marcas de una extraña sustancia y desesperado miro sobre su cama como se encontraba la lámpara de su amigo. Sin previo aviso el miedo regreso a él y las lágrimas salieron de sus ojos, deslizándose por sus mejillas, soltó alarido tras alarido a la par que se ponía en posición fetal bajo la cama.

-¿Qué tienes?

Pregunto su madre desconcertada, al verlo entrar bajo la cama.

-No quiero ir, no me obligues a volver, en ese lugar esta eso.

-¿De qué hablas?

Pregunto su madre mientras intentaba sostenerlo.

-De su casa, de su casa, ahí está él, esa cosa esta ahí.

Seguía llorando y forcejeando con su madre.

-Fuimos por el túnel, ahí donde están los otros túneles bajo las iglesias ahí está él. Se comió a Luis, mamá, se lo trago entero.

-¿De quién hablas?

-De su hijo.

Respondió sin dejar de llorar.

-El hijo de Dios. No me lleves con él, va a comernos a todos.

Su madre lo miro y empezó a llorar.

-Estas poseído.

Dijo mientras se llevaba la mano a la boca. Rápidamente tomo a sus hijas que miraban desconcertadas todo el alboroto y salió corriendo en busca del padre. No paso mucho cuando su madre volvió con este y un par de hombres más. En cuanto Roberto vio al padre se lanzó contra él.

-Usted lo mato.

Chillo Roberto.

-Se lo dio de comer a eso. Desgraciado hijo de…

Uno de los hombres que venía con su madre lo golpeo con la culata de su rifle justo en la boca, haciéndolo caer de espaldas, lo ataron y amordazaron tan rápido como pudieron. Entonces  el padre comenzó el exorcismo,  pero como era obvio este no rindió ningún fruto.

Rápidamente la noticia de su posesión y la misteriosa desaparición de Luis se extendió por el pueblo y sus alrededores, hasta llegar a las autoridades, que no tardaron en llegar al lugar para contenerlo. Pero su mente estaba tan dañada que seguía repitiendo lo mismo uno y otra vez. Pasaron los días y este fue llevado a un hospital psiquiátrico. Un par de semanas después, el padre Juan fue transferido de parroquia. A su llegada el nuevo padre contrató a un nuevo sacristán.

La Revista de Arena

"La arena como el tiempo es infinita y el tiempo como la arena borrará mis huellas y perderá mi rastro"