Carta No. 3

Colección: Bestiario

Por: Jonatan Esau Aldaba Ramos

Ilustrado por: SR

Jalco, 12 de septiembre de 2023

Hola Melissa:

Te escribo de nuevo desde Jalco. Es realmente interesante todas las cosas que he descubierto en estos 5 meses que no te escribí. Es genial esto de comunicarnos a través de cartas ¿No crees? Dejar un rato los teléfonos y sentir que estamos en el siglo XVIII. Además, es más interesante que te deje con la intriga de cada misterio. Aún sigo trabajando en la librería, bastante solitaria como siempre. No me corrieron después de robarme el libro de Ester García que te había dicho, aunque me obligaron a devolverlo, claro después de leerlo. También debes de saber que el sujeto de la heladería, Rubén me invitó a salir de nuevo, pero tristemente he descubierto que es un poquitín aburrido, espero que la siguiente vez que nos veamos la conversación sea más interesante.

En fin, te cuento que he descubierto a un posible ser de leyenda que parece ser una niña, la primera vez que leí acerca de ella fue en un libro autobiográfico de Alberto Zapata que encontré aquí en la biblioteca de Jalco. Alrededor de la mitad de su obra mencionaba algo acerca de su ángel, una niña que rondaba su casa de vez en cuando cuyos ojos le transmitían un amor tan grande que podría rayar en lo enfermizo. Creí al principio que se trataba de una metáfora alusiva a su hija o a su madre que en líneas anteriores había dicho lo había amaba tanto que terminó por ahogarlo en aquel amor. Pero aquello no me convenció del todo, seguí buscando referencias de «su ángel» en su extensa obra, pero no encontré otra. Aquel hecho me desconcertó bastante, así que me di a la tarea de en mis tiempos libres, que sabrás son muchos al trabajar en la biblioteca, investigar y buscar referencias similares en las obras de los escritores de Jalco sobre todo en la obra de los grandes Zapata, una familia de escritores tan longeva que sus escritos más antiguos datan de los 1800’s y en la actualidad se encontraban resguardados.

Pasaron meses hasta que encontré algo, se trataba de un pasaje de una entrevista contenida en el libro «Jalco a través de los años». Se trataba de una entrevista realizada en el año de 1965 a Julio Zapata que tenía en ese entonces ya 80 años. El entrevistador, un tal Guillermo Santos, cuestionó acerca de dónde sacaba Julio la creatividad para crear todos aquellos cuentos llenos de imaginación. Su respuesta fue bastante interesante, Julio mencionó que desde pequeño su imaginación saltaba en cada momento, aunque después de la repentina desaparición de su padre, un hombre de carácter fuerte y recio, sobre todo con su madre, Ester,  a la que en cualquier ocasión que se le presentará le reprendía con uno que otro golpe. En fin, Julio contaba que su padre despareció una noche mientras volvía de su trabajo, «Veía por la ventana hacia la calle cuando vi que papá venía y se le acercó una pequeña niña, bastante hermosa, como de mi edad en ese tiempo, unos 10 años, parecía que aquella niña tenía incrustados en uno de sus brazos el lomo de 2 libros y en sus espalda se veía el encuadernado color café de un libro que parecía estar cocido a su vestido y parecía pasar a su piel. Mamá me llamó y voltee a verla y cuando mi vista regresó a la calle ya no estaban ahí, ni papá ni aquella niña» rezaban sus palabras en aquel libro. Mencionaba también que desde entonces su madre fue más feliz y todas aquellas historias que les contaba siempre antes de dormir comenzó a escribirlas en papel y publicarlas en el periódico de «Xalco» (nombre de Jalco en aquellos años). En mis obras mi mayor influencia fue mi madre, claramente, la gran Ester García, fue quien me dio ese gusto de la escritura y bueno aquella niña que yo creo se llevó a mi papá y de vez en cuando veía caminando fuera de la casa hacia el gran árbol de Ahuehuete que está allá cerca del rio y que tiene un gran hueco donde bien cabrían dos o tres personas.

Después de leer ese pasaje fui a visitar aquel árbol, mide entre 30 a 40 metros y cubre un área grandísima de terreno, sobresalen por el suelo grandes raíces que se extienden 2 metros a la redonda de dónde está el tronco y dónde pude ver uno que otro niño sentado en ellas mientras sostenían un libro en sus manos, me reconforta ver qué aún vive en una que otra persona el arte de la literatura. Me acerque al tronco de aquel árbol y ahí estaba ese gran hueco que Julio había descrito en aquella entrevista. Asome mi cabeza dentro, con temor de que hubiera una que otra araña o animal extraño que se hubiera anidado en aquel lugar, pero para mí sorpresa no había nada, tan solo trozos de madera que se habían soltado del tronco. Algo aún más raro fue que sentía en mí una clase de vibra extraña, como mágica que emanaba de las profundidades de aquel hueco que escalaba hacia arriba del tronco, era como si el tiempo y la realidad se ausentarán de aquel hueco, se sentía como si de pronto un gran vació consumiera todo a mi alrededor, como si de pronto me hubiera quedado solo en el mundo, pero me sentía tranquilo y a salvo, fue una sensación bastante extraña.

Después de mi aventura en el gran ahuehuete decidí charlar con la señora Maribel, la cronista de Jalco, es mi única amiga en la biblioteca tal vez porque es la única persona amable e interesante que va a ese lugar. En esta ocasión no pudimos platicar mucho, me contó que uno de sus sobrinos que trabajaba en el restaurante como cocinero se había “atiriciado” de repente, que aparentemente uno de los meseros vio cómo se quedaba viendo al fuego de la estufa y ya no se movió en mucha rato, así que solo me dejó algunos libros y se fue. Pero me dijo que al día siguiente vendría por un libro que necesitaba para su trabajo y que ahora si echaríamos el chisme a gusto.

Cerré la biblioteca a las 9:00 de la noche como todos los días y me fui a casa. Ese día por mi duda cada vez más creciente decidí desviarme un poco y pasé por la casa de los Zapata, cuya planta baja habían decidido convertirla en un museo para Jalco y todos sus artistas. En estos 2 años que llevo viviendo aquí nunca había entrado, así que aprovechando que aún estaba abierto decidí entrar, después de todo el museo era gratis para todos. Noté que la arquitectura del lugar es hermosa, todos los muros y las columnas están construidas de cantera rosada, las columnas tenían un acabado de espiral a todo su alrededor con un sus extremos inferior y superior en forma de pedestales. El piso es de madera, está tan bien hecho que pareciera que todo el suelo del museo requirió de tan solo una pieza.  Justo en medio del patio central se encontraba una escultura del árbol de ahuehuete, una escultura con hermosos acabados, realistas y muy exactos en comparación con el árbol original, es como si todo aquello que le pasara a aquel gran árbol se viera reflejado en aquella escultura, no quiero ni imaginar el gran trabajo que el creador de aquella escultura debe de tener para lograr ese gran parecido. Debajo de la mesa donde se encontraba el ahuehuete había una sección de piso que no tenía madera, dirigí mi vista a esa sección del piso y pude ver que en ese lugar se encontraba un registro del antiguo alcantarillado, algo que para mi gusto arruinaba la estética perfeccionista del lugar. Pregunté a una de las guías porque esa sección del piso no estaba cubierta y tan solo me respondió que los dueños habían querido que se quedara de esa manera algo realmente extraño.

El museo consta de 4 habitaciones y una sala central. La sala central tiene una forma pentagonal con una gran cúpula hecha de cristal que permite el paso de la hermosa luz lunar. Al centro se encuentra la escultura del ahuehuete y cerca de la entrada principal se encuentra un mostrador con souvenirs. Todas las salas tienen una forma hexagonal y se encuentran en cada una de las cuatro paredes del pentágono que es la sala central, tienen sus paredes tapizadas de pinturas, aunque es interesante como cada una de las habitaciones tiene una temática establecida.

En la primer sala la mayoría de las pinturas representaban a personas de Jalco realizando algún oficio o pasatiempo. Una que me llamó mucho la atención mostraba a una muchacha sentada en una silla de madera, sostenía en sus manos un par de agujas y lo que parecía ser una servilleta que al parecer estaba bordando. Los ojos de aquella joven reflejaban una concentración tan inmensa que parecía perderse por completo en aquella actividad. Se veía totalmente perdida, como si estuviera desconectada por completo del mundo. En fin, también predominaban pinturas y fotografías del rio de Jalco. Los colores azules y blancos llenaban por completo aquella sala, en el instante en el que entre, aquella atmosfera de azules y blancos me envolvieron por completo que a mi piel llegó la sensación de una fresca brisa, como si de pronto hubiera vuelto a aquellas caminatas matutinas que solíamos dar en casa. La oscuridad que comenzaba a desvanecerse con los primeros tenues Rayos de sol que se cuelan por los bordes de los cerros enverdecidos, caminábamos por aquellos senderos pedregosos mientras el fresco viento acarreaba diminutas partículas de agua que al golpear en nuestro rostro liberaban aromas exquisitos del campo. No sabes cuánto extraño estar allá con ustedes, con Caro, con Carlos, con mi familia, pasar esos momentos inolvidables de preparatoria, las fiestas familiares, las reuniones de amigos, extraño todo y para serte sincero sigo extrañando a Alan.

Siguiendo en el tema, salí de la sala y me dirigí a la siguiente, cabe aclarar que ninguna de ellas tiene puerta, tan solo una pequeña cortina de listones blancos dividía el exterior del interior de la sala. Al entrar noté que la mayoría de los cuadros y pinturas retrataban fogatas o personas cerca del fuego, además de que la carbonera de Jalco estaba presente en la mayoría de puntos a los que dirigieras la vista. El ambiente se sentía hostil, un ola de calor pegó de pronto en mi rostro causándome un poco de confusión. De inmediato atraparon mi mirada dos pinturas al centro de la pared frente a mí. Una de ellas, a primera vista parecía ser solo manchas de pinturas repartidas por el lienzo de forma aleatoria, pero la armonía formada por los naranjas, rojos y amarillos me cautivó. Aquellas manchas mostraban un flujo constante, parecía una danza entre todos aquellos colores que se movían y fluían de manera continua con una gran armonía y gracia que asemejaba el vuelo de un ave, me atrapó a tal magnitud que no podía despegar mi vista de aquella pintura. Era como si me llevara a otro mundo, incluso podía escuchar mi corazón acelerarse y el flujo de la sangre a través de las venas de mi cuerpo, era una sensación mágica. El sonido de un niño llorando me sacó de mi trance, al parecer quería que su madre le comprara uno de esos peluches que vendían en un pequeño stand en la puerta del museo. Dirigí entonces mi vista a la pintura contigua a esa. En ella se observaba a una mujer hincada con su rostro empapado en llanto y a sus espaldas se observaba la carbonera y una ráfaga de fuego en el cielo. Los ojos de la mujer parecían mirarme directamente, sus manos se aferraban con fuerza a una camisa que parecía tener algunas quemaduras, mientras la acercaba a su corazón. Sus ojos cristalinos dejaban ver el gran sufrimiento que sentía y al mirarlos directamente mis ojos se humedecieron,  mientras en mi mente la imagen di mi abuela se  hacía nítida y mi cerebro mandaba un puñado de nervios a mi garganta ocasionándome un pequeño sollozo que culminó con una lagrima que se abrió camino por mi rostro hasta terminar en el piso.

Decidí salir de la sala, para no seguir llorando y me moví al siguiente hexágono. La habitación era bastante extraña, en ella las pinturas y fotografías mantenían colores grises y negros y las luces eran más tenues que en las 2 salas anteriores creando una atmosfera misteriosa inmersa en la oscuridad. Di un breve paseo por la sala observando las diferentes fotografías que mostraban escenas de Jalco a lo largo de muchos años. Encontré pinturas desde los años 30´s hasta del año pasado. En todas aquellas escenas un detalle que se mantenía constante es que mostraban guiños al alcantarillado de la ciudad, por ejemplo en una de ellas so observaba a un joven haciendo un grafiti (increíble por cierto) en la pared de una casa mientras estaba parado sobre el registro (alcantarilla) del drenaje, en otra de ellas so observaba a una niña sosteniendo una charola de cupcakes decorados de una manera impresionante y se observaba en el fondo unos obreros realizando reparaciones en la tubería de la ciudad. No se si en realidad todos estos detalles eran en realidad «guiños» o si en realidad era mi mente sobrepensando como siempre. Di unas cuantas vueltas en la sala y cada vez notaba más de estos detalles.

Me dirigía a la ultima sala cuando uno de los empleados del lugar me dijo que estaban a punto de cerrar, así que ya no me permitió la entrada, tan solo alcance a observar una fotografía de la antigua presa de Jalco (que ahora ya son tan solo ruinas) y a su lado la pintura de lo que parecía ser como un animal hecho de rocas o algo por el estilo.

Salí del museo y me recargué por un momento en la pared al costado de la puerta intentado procesar toda aquella información que había recibido. Tantas emociones y sentimientos que me provocaron todas aquellas escenas. Saqué una pastilla de menta que tenía en mi bolsillo, la llevé a mi boca, tomé mi teléfono y observé que ya faltaban 15 minutos para las 10:00 pm, eché mi teléfono a mi bolsillo y me dirigí a casa. Una vez que llegue seguí mi rutina como de costumbre, tomé un vaso de agua y me comí 2 galletas de avena de aquel gran paquete que está en mi alacena, lavé mis dientes, me puse mi vieja pijama azul y me fui a dormir.

Al día siguiente abrí la biblioteca a las 9:00 am, estaba ansioso por poder encontrarme con la señora Maribel, poder platicar con ella y resolver por fin todas mis dudas acerca de la niña. Ella llegó a las 9:15 como siempre que iba a la biblioteca y me soltó el usual hola Chuy. Me contó acerca de su sobrino, aparentemente lo tuvieron que internar en un hospital psiquiátrico ya qué algo andaba mal con su cabeza. Finalmente llegamos al tema de la niña, en cuanto se lo mencioné sus ojos brillaron y soltó un leve chillido de emoción. Me dijo que desde hace muchos años ella había encontrado referencias de un ser que aparentemente era una niña, que había encontrado registros en documentos que databan de los años 800, e incluso había referencias de culturas antiguas que “adoraban a un ser similar” y a un árbol inmenso. De inmediato un impulso viajó por mis nervios causando una sensación de estremecimiento en mis músculos, me dijo que en el almacén se encontraban varios de estos documentos, así que decidí cerrar la biblioteca un rato y fuimos allá, después de todo la cronista se encontraba conmigo. Abrimos el almacén, del cual ella tenía la llave, a mi no se me permitía el acceso a este lugar. Había varios gabinetes y gavetas en aquel sitio, que contenían libros y documentos antiguos, así como obras que jamás vieron la luz que estaban en resguardo. La señora Maribel me dio unos guantes y me pidió que me los pusiera para poder manipular con el mayor cuidado posible aquellos documentos. De una de las gavetas sacó varias hojas viejas y me las dio, parecía que en cualquier momento comenzarían a desmoronarse en mis manos dejándome con la ilusión de resolver mis dudas, así que me dispuse a sostenerlas y manipularlas con la mayor delicadeza posible.

Observé el documento que quedó a mi vista y lo que encontré me dejó atónito, era una documento con fecha de 1525, fue escrito por un fraile franciscano, donde describía que en el pequeño asentamiento encontrado cerca del rio, las personas veneraban a un árbol de ahuehuete y a lo que parecía ser un ser demoniaco que según ellos habitaba en aquel lugar. El documento constaba de 10 hojas en donde describía a detalle las costumbres de aquellos lugareños. Me dispuse a leerlo y la quinta pagina aquel escrito llamó mi atención. El Fraile relataba el como veneraban con gran fervor aquel árbol de ahuehuete y cómo adoraban aquel ser “demoniaco” al punto de que la veían como una Diosa y la llamaban Kananpal, o “niña guardiana” traducido al español.

Había otros documentos donde se mencionaba a esta niña, Sin embargo uno destacó sobre los demas. Es un relato escrito por Pedro Arrollo en 1870, un famoso escritor e ilustrador de Jalco, famoso además no solo por sus fantásticas obras, sino por desaparecer de Jalco el 17 de Julio de 1870, 1 mes después de publicar su última obra, “La Diosa Kananpal”. Maribel me dijo que solo habían impreso 5 ediciones de aquel relato y ahora todas estaban resguardadas en aquel almacén. En el relato Pedro escribía acerca de como imaginaba las distintas historias a lo largo de su vida, y llegaba a un punto donde decía que todo se lo debía a Kananpal, la niña de los libros que lo visitó aquel 17 de julio de 1850, cuando tenia tan solo 20 años. Describía como fue su encuentro e incluía una ilustración donde dibujaba aquel momento con ella, pero adivina que, como es mi costumbre, te describiré aquello encontrado en el libro en mi próxima carta, se que la estarás esperando con ansias y espero esta vez no tardar tanto.

En fin, me despido mandándote un fuerte abrazo y espero que por fin puedas resolver aquel asunto con Julián. Te quiero mucho Meli, cuídate por favor.

Atte: Jesús.

Colección: Bestiario

La Revista de Arena

"La arena como el tiempo es infinita y el tiempo como la arena borrará mis huellas y perderá mi rastro"