Atardecer de Cempasúchil: Un Legado de Inmortalidad

Por: Olimpia Natera

Hace un tiempo, un viejo sabio me dijo: “Aquel ser querido que se nos adelanta, no muere nunca si siempre vive en tu corazón”, palabras que desde ese día se convirtieron en un lema para mí de forma permanente.

En noviembre, el pueblo de México, se viste de colores que tiñen a un atardecer, el viento huele a flor de cempasúchil y a pan de muerto; las calles y el camposanto se iluminan con veladoras e inciensos y se pueden apreciar Catrinas y Catrines por doquier. Las leyendas de nuestros antepasados se hacen presentes y se forma un nudo en la garganta tras recordar a ese padre, hijo, hermano o amigo que se nos adelantó o como un mexicano diría, “aquél que pasó a mejor vida”. Construyendo así un altar dedicado a su memoria, sus gustos y comida favorita, con el propósito de que su visita a la tierra de los vivos sea agradable y puedan estar un año más con los que aún seguimos respirando.

Sí, el Día de Muertos puede llegar a ser un día triste y a su vez alegre, tras rememorar aquellos que durante un tiempo estuvieron con nosotros y que de alguna manera marcaron nuestra existencia. Pero también nos deja una gran lección, pues, esas flores, regalos y comida favorita se pueden entregar y hacer que esa persona los disfrute mientras que sus pies estén pisando esta tierra, donde aún pueda saborear esa comida, oler aquellas flores perfumadas y poder bailar y cantar su música preferida.

“No me llores, no, PORQUE SI LLORAS yo peno,
en cambio si tú ME CANTAS yo siempre vivo Y NUNCA MUERO…”
– Andrés Henestrosa

La Revista de Arena

"La arena como el tiempo es infinita y el tiempo como la arena borrará mis huellas y perderá mi rastro"