Necesito un beso tuyo en tres movimientos o menos para no volverme tan loco. En el primero nos vemos a los ojos desde lejos, como quien no quiere verse, como quien se esquiva con la vista porque sabe que el diablo está en los detalles y esos vistazos deben de ser detallistas. Debo ver que tus ojos andan con cuidado tras los míos y debo ser reciproco. Ojo por ojo, cariño. En el segundo, los repentinos vistazos precavidos-atrevidos ya no bastan, así que es el turno de las palabras. Hay que frotar nuestras palabras hasta sacarles la miel, hasta que se arrepientan de nosotros, hasta que pierdan el conocimiento y se olviden de quien son. Hay que frotarlas bien entre ellas hasta que jadeen nuestras voces, hasta que murmuren nuestros nombres, hasta que estallen en el éxtasis del silencio. Hay que dejarlas mudas, aturdidas y malheridas. Hay que matarlas y una vez estén muertas tu y yo jugamos a jugar jugando improvisaciones verticales con algunos grados de inclinación variables. Regaremos los jardines de las palabras y aunque estemos en un “aquí”, habitaremos en un “muy lejos” por unos momentos, aunque sea. Después de eso viene el tercer movimiento, aunque… con los dos primeros me es más que suficiente.
Por: @codigos_inertes

