Y dejé de recibir notificaciones. La vida se volvió aburrida sin un «buenos días», sin un «mira esto». ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo pasaría mis tardes sin hablar con quién me hacía pasar ratos agradables? En ese momento los pensamientos inundaron mi cabeza, «lo conseguí, logré aburrir a alguien otra vez», «qué pasa conmigo, porqué siempre termina así».
Meses después, mientras caminaba por las calles del pueblo, percibí un perfume, su perfume. En cuanto tocó mis sentidos comencé a recordarla y no puede evitar soltar una lágrima. Volteé a mirar por todos lados tratando de buscarla, hasta que a lo lejos pude ver su silueta, tal vez era otra persona. Mi mente la asocio por el aroma de su perfume o por su forma de caminar. Probablemente ya ni siquiera seguía en el pueblo, pero quería creer que había una posibilidad que aún estuviera. Quería decirle todo lo que sentía, quería saber el motivo por el que se alejó, pero en mi mente resonó una voz «que ridículo te verías». Solo espero que dónde quiera que esté, se encuentre bien y haya encontrado la felicidad que quise darle.

