Confianza

Por: Anónimo

               En el suelo de algún consultorio médico se desgastaba la suela de mis zapatos, caminaba y me sorprendía con cada cosa que veía, pero nada, ni siquiera los volúmenes más interesantes que llenaban hasta el tope las estanterías de la doctora lograban sacarme de quicio. Era un día interesante, lo presentía, eso ya lo sabía, pero ¿Estaba ahí por azares del destino o simplemente fue por Zan, que como gran amiga y compañera quería estar presente aquel día y me invitó a ir con ella a aquel lugar?, eso aún no lo sé, como quiera que sea estábamos ahí; Zan, Chago y yo.

               Los tacones de la doctora retumbaban por los pasillos del tercer piso de la clínica y con ellos, nuestra charla acerca de cosas del día a día y algunas bromas momentáneas, sólo que esto último, ocurría en su consultorio. Nos hicimos conscientes de que era ella quien estaba detrás de la puerta hurgando en su bolso e intentando encontrar la llave que abría la chapa y fue así como por primera vez le abrí la puerta a una doctora de prestigio, aunque en esta ocasión, fue en su propio consultorio. Nos mostró sus libros, preguntó si nos gustaban y cuántos leíamos al mes, sinceramente era una pregunta que podía iniciar un buen tema de conversación, pero más que conversar con un trío de sus alumnos, la doctora buscaba contarnos cuan apasionada estaba de sus libros. Podría asegurar que ella más bien creía que éramos unos incultos desinteresados que no estábamos a mucho de presentar su examen extraordinario, en lo cual quizá tenía razón, pero sólo en lo segundo. Aun no entiendo por qué nos hizo esperar en su consultorio si cuando estuvimos ahí no hicimos nada más que nada, o quizá fue solo cortesía para no hacernos esperar en la sala que para eso era, “la sala de espera” le llaman así a final de cuentas.

               Bajamos por el elevador junto con la doctora y luego nos dirigimos al estacionamiento de la clínica, donde la doctora abrió el maletero del Audi color negro glass, dejé ahí el paquete que nos encargó, nos dijo adiós, se despidió de nosotros con un beso en la mejilla y luego… luego ya no supimos nada de ella hasta que…

               A Zan y a Chago les dije que era urgente irme, y me fui, tome el camión que más cerca de mi destino me llevara y me alejé de ahí, me alejé de ellos. Las manos me temblaban, puse mis ojos sobre la lista, confiaba tanto en que mi nombre estuviera ahí o mejor dicho mi folio, ya tantas veces repetido en mi memoria que ahora lo había adoptado ya como si mi mismo nombre fuera, miré la lista y no lo vi, pero sabía que estaba allí por presentimiento, así que ahora releí con más calma, intenté tranquilizarme, pero sólo sentía mi corazón latir más fuerte y rápido. A final de cuentas logré identificarlo, sí, ahí estaba, pero ahora no estaba seguro, sabía que ése era, pero no podía creerlo, no pude seguir en el camión, bajé antes de la parada a la que pensaba llegar e intenté tranquilizarme, necesitaba ver la ficha de identificación y comprobar que era cierto lo que mis ojos veían. Por fin llegué a mi dormitorio y vi la ficha que corroboraba lo que yo esperaba, mi nombre estaba en la lista, yo estaba dentro.

Continuará…

La Revista de Arena

"La arena como el tiempo es infinita y el tiempo como la arena borrará mis huellas y perderá mi rastro"