FALSAS ANÉCDOTAS DE UN PERIODISTA ENCUBIERTO

Anécdota 1
“UNA PROMESA QUE NO ERA MÍA”

Yo la veía de vez en cuándo, a veces cuando iba y a veces cuando venía. Me visitaba en la tienda, porque yo trabajaba en una tienda, tenía 23 años, y trabajaba en una tienda, estaba estudiando enfermería; yo sabía muchas cosas, pero trabajaba en una tienda de abarrotes, estaba cerca de mi casa eso era bueno, al menos eso decían los demás. Ella me visitaba ahí en el trabajo y platicábamos mucho, también me ayudaba a organizar los estantes y siempre me preguntaba cómo estaba, es muy atenta, yo la quería mucho, yo la veía diferente desde que terminó sus estudios, es artista, impredecible. Siempre me hacía prometer que cuando terminara mi carrera me iba a ir, aunque me gustara mucho estar en el rancho, aunque quisiera mucho a mi familia, decía que eso me haría regresar algún día. «Vete cuando quieras estar aquí, así querrás volver, porque si te vas cuando no quieras a nadie no volverás» Eso decía y yo solo escuchaba y prometía a medias porque quería quedarme, no sé a qué pero me gustaba el rancho. Llegó el día en que acabé mis estudios de enfermería y seguía trabajando en la tienda y ella ya no me visitaba seguido, un tiempo perdimos contacto, pero me vio y fue a visitarme. Yo ya llevaba bastante tiempo sin ejercer y trabajando en la tienda, en realidad me gustaba y no me quejo, mis jefes eran muy buenos.

Llegó, saludo a todos y a mí me miró con unos ojos muy cansados, como si la hubieran hecho llorar mucho precisamente ese día que volvía a visitarme. Platicamos de todo, de la vida, de los trabajos, de comida, de insectos y de las nubes y entonces me preguntó -¿Por qué sigues aquí? ¿Por qué no te fuiste cuando terminaste la carrera?

Yo no supe qué decirle así que dije la verdad y es que uno sueña demasiado que no logra dimensionar la realidad. Uno sueña con un trabajo seguro, estable y agradable, porque ese es el «sueño» de todo el que estudia; salí y no encontré trabajo, busqué mucho tiempo y sigo sin encontrarlo y no me fui. 

Ella me miró con un profundo dolor, cómo si comprendiera algo, pero ese dolor no era por mí, estoy seguro que ese dolor no era por mí; salió una lágrima de sus ojos y ya no me preguntó más, ni yo a ella. Seguimos organizando los estantes y cerramos juntos la tienda, siempre ensimismada, se despidió de mis jefes que la querían mucho también y se despidió de mí, yo esperaba verla al día siguiente un poco más repuesta y nos fuimos.

Al día siguiente fui a buscarla… Ya no estaba, se había ido, se fue.
Es artista y no atino sus acciones, pero me alegra porque se lo prometió cada vez que me obligaba a prometerlo, se fue cuando menos podía y se fue porque va a volver, porque tenía miedo y así sé fue.

Por: Lucia Longoria Aldaba

La Revista de Arena

"La arena como el tiempo es infinita y el tiempo como la arena borrará mis huellas y perderá mi rastro"