Invariable omnipresencia

Por: Esaú Aldaba Ramos

Se levanto a las 5:30 de la mañana como todos los días, caminó hacia el closet que se encontraba al lado de la pequeña mesita de noche que acababa de recibir la noche anterior por los repartidores de aquella mueblería donde la había comprado. Rebuscó dentro del mar de ropa que ya hacía en aquel closet un traje ya marcado por el paso del tiempo pero que le brindaba una gran comodidad a su cuerpo y de cierta manera le daba estabilidad a su mente.

Tomó su toalla y se dirigió a la regadera para tomar su ducha usual de diez minutos. Se puso su bata y salió del baño dirigiéndose hacia su cocina, encendió su cafetera, le agregó la capsula de café y colocó una rebanada de pan en el tostador, mientras tanto regresó a su habitación para vestirse, una vez lo hizo caminó deprisa a la cocina, comió el pan que ya estaba tostado para entonces y llenó su termo. Igual que siempre justo a las 6:30 de la mañana terminó de comer el pan, tomo sus llaves y salió de su casa para subir al auto y dirigirse al laboratorio donde trabajaba.

A las 7 de la mañana llegó al edificio, entró y se dirigió a su laboratorio y en cuanto entró una pequeña sonrisa apareció en su boca, sus pasantes que ya la esperaban y le saludaron con una sonrisa también. Les dio instrucciones y procedió a realizar el análisis de las muestras nuevas que el hospital le acababa de enviar, se trataba al parecer de dos pacientes cuyo EGO a primera vista arrojaba un potencial daño renal y 3 pacientes más cuyos exámenes sanguíneos presentaban niveles bajos de hemoglobina y de eritrocitos, un probable diagnóstico de anemia, terminó el análisis de estas muestras, llenó expedientes y salió del laboratorio hacia una maquina expendedora que se encontraba a algunos metros de la puerta del laboratorio, le hecho unas monedas y mecánicamente digitó los números que indicaban aquel pan dulce relleno de chocolate que acostumbraba a comer desde pequeña. Se sentó en la banca al lado de la puerta de su laboratorio, tardó los usuales 5 minutos en comer aquel pan, se levantó y se apresuró a entrar al laboratorio.

Continuó realizando análisis y llenando expedientes, y llegadas las 7 de la tarde terminó el ultimo expediente, se levantó, tomó sus cosas y salió del laboratorio despidiéndose de los pasantes, subió a su auto y condujo a su casa tomando su ruta habitual. Llegó a casa, abrió la puerta y entró, dejó su bata en su habitación y procedió a sentarse en el comedor para pedir su cena a través de la aplicación en su teléfono, una vez lo hizo revisó sus redes sociales hasta el momento en que el sonido del timbre llamó su atención y fue hacia la puerta donde se encontró al repartidor con una sonrisa cansada, tomó las bolsas de la cena y cerró la puerta, comió su cena y se dirigió a su habitación. Tomó del closet una pijama cuyos colores estaban ya ocultos por una nube de pelusa, se acostó y cayó en un profundo sueño.

Despertó al día siguiente a las 5:30 de la mañana, como todos los días y como todos los días tomó su baño, se vistió, sirvió su café, comió su pan y salió de casa rumbo a su trabajo, antes de subir a su auto observó en una de las ventanas de la casa frente a la suya una maseta rota con una margarita marchita en su interior, la observó por unos segundos y de alguna manera inexplicable sintió una presión en su pecho, volvió a la realidad, subió a su auto y condujo hasta su trabajo.

Entró al edificio, puso su sonrisa y entró al laboratorio. Realizó algunos análisis y expedientes y salió del laboratorio hacia la máquina expendedora, le hecho monedas igual que siempre, sin embargo notó que aquellos panes que consumía siempre se habían agotado, así que tecleó un nuevo digito para los panes rellenos de fresa. Se sentó en la banca, probó el pan y su sabor no fue de su agrado, aún así lo terminó y se puso de pie para entrar al laboratorio, sin embargo antes de entrar al laboratorio pudo observar en una de las jardineras que se veía por una de las ventanas del edificio un colibrí que ya hacía muerto sobre el césped seco, lo observó por un par de minutos, se perdió en sus pensamientos y por alguna extraña razón sus ojos se llenaron de lágrimas, siguió mirándolo hasta que el bullicio dentro del laboratorio la sacó de su trance y finalmente entró. Después de ello siguió su día de forma habitual olvidando aquellos momentos que había vivido.

Llegadas las 7 de la tarde terminó el ultimo expediente, se levantó, tomó sus cosas y salió del laboratorio despidiéndose de los pasantes, subió a su auto y condujo a su casa tomando su ruta habitual. A la mitad del camino vio como una sombra gigantesca comenzó a cubrirlo todo y sin más todo se oscureció, perdió la conciencia y ya no despertó jamás. Mientras tanto un ser abrumado por la rutina y la desesperanza tomaba de una mesa un cultivo que acababa de analizar, lo cubrió y llevó a esterilizar, una vez que terminó tomo sus cosas salió del lugar donde trabajaba y tomó su ruta habitual para ir a casa.

La Revista de Arena

"La arena como el tiempo es infinita y el tiempo como la arena borrará mis huellas y perderá mi rastro"