Willie Colón se escucha,
su voz está cercada por las notas de su orquesta.
Cena con salsa y en el vaso ya no hay agua.
Me duelen los dedos, debe de ser el frio
de la lluvia con nieve que cae sobre mis oídos o,
las lágrimas de ayer y hoy.
Maldito Julio
con tu fatalidad de cinco centavitos,
me deslizo por el pasillo mientras lo niego todo,
y aunque estoy solo, pido un café en voz alta
y mi obsesión me responde: – ¿tostado y colado? –
Las esquinas de mi casa sola me susurran llorarás
y la tinta negra nace en mis ojos, y en su trayecto,
parece que dibujan tu rostro de piedra.
Quien fuera, ay amor,
el farolito que ilumina tus huellas.
No ves y no escuchas
que estoy aquí con los pies desnudos
por ignorar el consejo de un ave.
Pero te aviso, te anuncio que,
aquí abajo te voy a olvidar.
Botella tras botella me iré bebiendo tu recuerdo,
un camión de recuerdos,
hasta poder hablarte de usted,
en el fondo de mi alma escribirte mis quejas
y olvidar así nuestra aflicción patética.
Por: Jesús T. Aldaba.

