El pintó su autorretrato
con carne arrancada de sus muertos.
Con sangre de sus arterias
enjuago los pinceles de concreto y cabellos.
Los cabellos en los pinceles
eran de su padre, su madre y sus abuelos.
Las líneas son feroces y audaces,
las sombras y las perspectivas son
creativas y texturizadas
por la piel chamuscada de una muerta,
una muerta variable de edad variable,
una muerta que son muchas.
Pintó sus pestañas, guardianas de los ojos,
como alas de palomas negras,
presagiador color el que las tiñe,
rebeldes levitantes, marquesinas vagabundas.
Sombreó sus mejillas un poco
con la sangre que brotaba cansada
de un fatigado
perro destripado, atropellado,
por un modelo x en San Pedro M.N.L.
Por: Jesús T. Aldaba

